4.1. Tayiñ Kiñegetuam. Volver a ser un pueblo

El precio de la vida de nuestros mayores a fines del s. XIX se pagó con la pérdida total de autonomía interna y con la subordinación al orden estatal naciente en nuestro suelo natal a uno y otro lado de la cordillera de los Andes. La división bajo la imposición de nacionalidades estatales diferenciadas caló al interior de nuestro pueblo durante el siglo XX, conforme los Estados avanzaron en su ocupación territorial, instalando sus respectivos órdenes político – administrativos e institucionales.

A pesar de ello, mecanismos de supervivencia cultural operaron al interior de nuestras familias en diferentes y alejados puntos de nuestra tierra. Fue en esos espacios sociales y familiares íntimos donde la autonomía perdida en la esfera pública perduró. La lengua de la tierra como vehículo de mantenimiento y proyección de lazos interpersonales entre las viejas y nuevas generaciones sostuvo la práctica de ceremonias sagradas que insuflaron vida a la profunda concepción que anima a nuestro pueblo: ser parte del espíritu que vive en cada elemento natural de nuestro entorno. Continuando el anterior patrón social colectivo, las familias sobrevivientes se reagruparon generando una nueva forma de comunidad. La continuidad de las relaciones intra-sociales mantuvo así lo fundamental de los vínculos anteriores a la invasión en un proceso de comunalización activo hasta el presente.

En un grado de cohesión social por encima de las distintas comunidades, las relaciones entre las identidades territoriales sobrevivientes se vieron debilitadas, pero nunca dejaron de sostenerse. En los años 1960s y 1970s nuevos procesos de vinculación inter-comunal irán uniendo zonas rurales alejadas entre sí, extendiéndose luego al ámbito urbano donde, a partir de los 1980s, emergen nuevos tipos de organizaciones. Esta movilización comienza luego a traspasar las divisiones político – administrativas internas de los Estados y finalmente la propia división política administrativa interestatal. Ya en los años 90s y bajo la consigna Tayiñ Kiñegetuam, tuvo lugar el llamado Reencuentro del Pueblo Nación Mapuche, donde por vez primera tras la invasión se reencontraban públicamente las autoridades originarias del Meli Wixan Mapu con las nuevas generaciones provenientes de comunidades rurales y organizaciones urbanas. Atravesando fronteras estatales, nos dimos cita en el corazón del territorio ancestral mapuche para anunciar al mundo entero el inicio de un proceso de reasunción de los derechos políticos, territoriales y culturales mapuche en nuestra condición de Pueblo Nación Originario. Fue una respuesta coyuntural a los pretendidos festejos oficiales por el V centenario del llamado “Descubrimiento de América”, pero fue sobre todo constituyó la puesta en público de un malestar social profundo derivado de la situación de humillación política y moral a la que de múltiples formas nos vemos sometidos cotidianamente, desde hace ya más de un siglo.

Esas y otras jornadas históricas han dado marco a numerosas acciones tendientes a fortalecer nuestro estatus de Pueblo Nación en el ámbito estatal interno y en el internacional:

Estas iniciativas han sido, entre muchas otras, muestra del nuevo tiempo en que nuestro pueblo se moviliza y organiza en forma creciente.

Junto a lo anterior y ya iniciado el siglo XXI, el proceso de lucha por la recuperación territorial es simultáneo a la puja por abrir otros campos de la presente realidad social para proyectarnos como Pueblo. Tanto en el ámbito de las comunicaciones sea a través de medios radiales o gráficos, tal es el caso del periódico Azkintuwe, como en el de los instrumentos políticos, como vemos en la continuidad del Parlamento de Coz Coz o la creación de partidos políticos mapuche como el Wallmapuwen. Diversos elementos de la modernidad ilustrada son hoy puestos a prueba en la búsqueda de más herramientas que fortalezcan nuestra personalidad política como lo muestran las iniciativas que incluimos sólo a modo de ejemplo. Estas iniciativas conviven con las más tradicionales, buscando facilitar la toma de decisiones a las futuras generaciones ante una realidad estatal que se empeña en mantenernos en una situación de pueblo de segunda clase.

 

Aztukuael tayiñ Rakizuam