Mijail, Johan. Pordioseros del Caribe. Santiago: Editorial Desbordes, 2014; 97 pp.
Escribo este comentario al libro Pordioseros del Caribe de Johan Mijail desde Santiago de Chile. Lo escribo pensando en todos aquellos artistas, activistas e investigadores que vivimos en el sur. Un sur que es geografía pero que también es una posición política de resistencia en los diferentes contextos en los que habitamos.
Desde ese sur leo este libro.
Sabemos que el discurso humanista en el que hemos crecido nos ha enseñado a mirar la cuestión de la raza siempre como un problema de antagonismos entre amigos y enemigos o entre salvajes animalizados y civilizados blancos. Es por eso que los discursos que nos sostienen en nuestra isla—esta isla tan estrecha llamada Chile—se esfuerzan constantemente en decirnos que para mantener nuestra existencia debemos destruir a todos los hermanos que no tengan los ojos como los nuestros. Unos ojos que se miran paradójicamente hacia adentro como blancos. Sin embargo, la fuerza de los cuerpos es una que no sabe de esos discursos disciplinados y es por eso que inevitablemente hemos tenido que aprender a compartir la isla. Quisiéramos decir que la compartimos pero eso no es tan cierto. Nuestra isla está dividida por espacios negros y espacios que se miran a sí mismos como blancos. Insisto en esta paradoja. Espacios con la mancha de cierta animalidad que se mira y se trata con violencia, que se desprecia por foránea.
¿Cómo pensar entonces la cuestión de la raza hoy? ¿A qué prácticas poéticas o a qué estéticas podemos recurrir urgentemente para encontrar las marcas de nuestras subjetividades hechas de tiempos rotos?
Johan Mijail (1990), artista trans disciplinar dominicano radicado en Chile, insolente a las estructuras y feminista en la resistencia, ha trabajado insistentemente en rastrear las huellas del tiempo focalizando las heridas del cuerpo negro y caribeño. Es así como nos presenta Pordioseros del Caribe, un libro que nos transporta a otra isla pero que nos permite a su vez mirar la nuestra. Un libro de activismo político publicado por la editorial independiente Desbordes, en la colección de poesía el perturbador incansable.
“La insularidad es una condición geográfica; el insularismo es una ideología” nos advierte (21). Una ideología donde usted necesitará necesariamente de dólares para existir.
Este libro de 97 páginas podríamos pensarlo como una biografía política del autor o, quizás, más que una biografía, como una ficción sexual encarnada en un territorio inconexo, en ese dominican york del sincretismo contemporáneo. Con “biografía política” quiero designar una política de la escritura que separándose de la tradicional biografía “sentimental” (aquella que piensa el relato biográfico de manera “realista”) se da la posibilidad de ficcionar con la historia propia, descentrando aquello que llamamos “experiencia”. Pordioseros del Caribe condensa todas esas escrituras negras que surgen de aquellas culturas que tienen a lo híbrido como el keyword de su política. Este libro apuesta por poemas, crónicas, fragmentos de “corrientes de conciencia” que, como en un delirio o en un moriviví1, permiten transmutar cuerpos, deseos e identidades. Aquí, en este libro: Santo Domingo is burning. Podríamos contextualizar este libro en vínculo con generaciones de escritores dominicanos que han complejizado la historia negra de la isla como los reconocidos Junot Díaz y Rita Indiana Hernández.
El libro es un cruel intento por evidenciar una biografía dañada que nunca se vale solo de una manera para ser dicha. Pordioseros del Caribe de Johan Mijail nos dice que las maneras de conocer una vida, una historia, una biografía política, no es sino una hecha desde jirones de sentido, sin miedo a la exageración y en oposición a las estructuras clásicas que documentan el “yo”. De alguna manera, este libro es una profunda y estética manera de realizar una investigación de un “yo” caribeño, negro y trans. Un “yo” ciertamente en extravío a las tecnologías que lo dominan, pero que sí sabe hacerse presente y evidente en su molestia colonizada.
Quizás como una manera de manifestar su inestabilidad como relato de quién hace poesía con la performance, Johan Mijail en este libro se asocia a las escrituras del activismo de la disidencia sexual que bien saben de esquinas sucias, de saltos disciplinarios y de terrorismos anarco-barrocos.2
En el libro está todo ahí, patente en los desechos de una cultura neoliberal que nos hizo el cuerpo que tenemos, con toda la belleza de aquella exagerada representación de la Marilyn Monroe de Santo Domingo que como cualquier diva en su localización latina parece siempre más excesiva, más enferma, más flemática, más agónica, más profunda y más escandalosa a las rebeldías de aquel norte blanco, civilizado, colonizador y heterosexual.
De la poesía a la crónica urbana y del testimonio al diálogo, en estos párrafos se imprime la política de una escritura automática y surreal que domina una musicalización onomatopéyica de una lengua que sabe de finales abiertos y vocales amplias:
Sí, señores, tó e’ ná, cuando se vive en esta hipocresía. En esta mentira travestida de verdad. Tó e’ ná
Ná e’ tó
Tó e’ coro’ (Mijail 2014, 51)
El libro inventa una escritura que no le teme a la experimentación ni a las lenguas locales. Johan Mijail construye otro territorio que va en una dirección contraria a la universalización de los relatos—una dirección que sabe que la exploración del habla local y sus aspiraciones fracasadas es donde se constituye la política de su posición. Donde los cuerpos no se limitan a una forma porque se travisten, se infectan de sida y repiten mantras con una religiosidad pagana en ebullición. Voces que se vuelven alguna inútil estatua de héroe para dejarnos saber el patético color que tiene la voz del nacionalismo.
Recibimos así a Pordioseros del Caribe como un libro donde la palabra disidente puede aún darnos la posibilidad de mirarnos en nuestra negra insularidad biográfica. Un relato híbrido que enriquece nuestras miradas sobre la raza tanto para activistas como para artistas que ven en los discursos interseccionales un importante lugar de exploración. Una insularidad donde Johan Mijail ha hecho una política y una poesía que duele. Y que duele políticamente.
Notas
1 Moriviví es el nombre común de una planta tropical que se encuentra en República Dominicana y otros lugares de clima tropical. En el libro se utiliza la expresión síndrome de moriviví como un estado delirante asociado a la religiosidad y la elección del habla inconexa que domina el relato (45).
2 Con "anarco-barroco" nos referimos a una estética híbrida de experimentación que toma como referencia toda la corriente escritural del neo-barroco o también conocido como neo-barroso latinoamericano donde el despliegue de la figura del travesti o la "loca" en la ciudad es central. Dentro de los autores que podemos mencionar como fundamentales de esta corriente son el chileno Pedro Lemebel, el argentino Néstor Perlongher y los cubanos Virgilio Piñera y José Lezama Lima. La referencia "anarquista" de esta estética encuentra su fuente en las reflexiones y prácticas del pensamiento anarco-feminista. De esta manera estas estéticas "anarco-barrocas" serían un híbrido que toma por referencias tanto al pensamiento marica como a las resistencias feministas para crear producciones escriturales y performáticas.
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